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El Estado es la cuestión

La comunicación es el arte de compartir y de llegar a un punto de entendimiento en el que las partes sientan que están en un escenario nuevo desde el cual se puede construir un proyecto, una relación, una empresa, una idea, un equipo o lo que se desee. Parece que el mundo de la política es ajeno a esta realidad y asistimos a cómo le da la espalda a la posibilidad de crear algo grande una y otra vez. El debate sobre el Estado de la Nación se parece a una especie de pasarela en la que las modelos luchan para que los fotógrafos se fijen en ellas y en su modo de exhibir su modelo con tal de ser la fotografía de portada de las revistas al día siguiente. Este ejemplo ficticio tiene como único fin el de ilustrar, no el de descalificar a una profesión, la de modelo, que me parece muy respetable.

Resulta desalentador escuchar como nuestros políticos se acusan, se justifican y se escudan en la triste posibilidad de que el otro pueda quedar más mal que ellos porque su partido acumula más casos de corrupción en sus filas o porque durante el mandato del contrario las cifras de paro eran más elevadas. ¿Qué construye este tipo de debate? ¿Hacia qué tipo de avance nos lleva?

¿Qué pasaría si las fuerzas más relevantes de nuestro país anunciaran que van a trabajar en equipo para poner en marcha alternativas novedosas, de este siglo y acorde a lo que los ciudadanos queremos y anhelamos por encima de intereses partidistas que nos bloquean y colapsan? ¿Es el escenario de la política, tal cual sigue planteado, una réplica de cómo funciona una organización de alto rendimiento que logra resultados excelentes? La respuesta es obvia, por lo menos para la que suscribe este artículo. Echo de menos el noble y valiente arte de persuadir con argumentos constructivos que integren y aúnen fuerzas.

Básicamente, el poder se mide por la complementariedad o la competitividad que tengamos con el otro, así como con el grado de compromiso que pongamos en la relación o en el proyecto que queremos sacar adelante. Las relaciones complementarias son aquéllas en las que una persona decide colaborar con otra, por el bien de una iniciativa y por el interés común. Una transferencia de este tipo es característica de personas cooperadoras, que buscan la cohesión y que creen que la base de la evolución está en nuestra dimensión social. Estas personas tienen la autoestima muy alta, se respetan y se escuchan.

En las relaciones simétricas de poder advertimos a personas que piensan que tener el dominio de una situación es un derecho que ejercen y que cederlo sería renunciar a algo que les corresponde. Cuando en las relaciones se llega a este extremo el resultado es una lucha de poder en la que aparentemente no hay conciliación de las posturas que se enfrentan. La cuerda se estira tanto que la tensión puede ser insoportable, tirando por tierra cualquier cooperación y arrastrando en su camino a todo el que se ponga por delante. Las personas que se dejan llevar por esta dinámica son arrogantes, y lo peor de todo es que no se dan cuenta de ello y permanecen ciegos a su propio desarrollo evolutivo como seres humanos. ¿Con cuál de estas dos relaciones de poder te sientes más identificado? ¿Eres más complementario o más simétrico?

¿Piensas que sería posible una relación complementaria de poder entre partidos que luchan por hacerse con él? Por mi parte, como soñar no está penado por la ley, voy a pensar que sí es posible. Si el Estado es la cuestión, yo en él quiero a líderes que edifiquen, inspiren y, sobre todo, que trabajen con coherencia en el presente, despojados de las ataduras del pasado y con la mente abierta hacia un futuro de oportunidades que se empiezan a gestar en el ahora.

 

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